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Hoy vino a verme, pero no como todas las
noches. Sabía que la esperaría y se plasmó como nunca en el cielo despejado.
Tal vez no como nunca... Quizás como tantas veces... Quizás no tuve tiempo de
mirarla así antes... A veces la vida nos baja la cabeza o nos sorprende el
insomnio entre sábanas y un techo de concreto. Pero ahí estaba ella perdonando
mi humanidad y entregándose toda. No sabía cuánto amaba sus lunares. Puedo trazarlos
en el aire con los ojos cerrados. Quizás ella conozca igual de bien mis
cicatrices... Esas que se ven en este cuerpo habitado... Esas otras que solo se
sienten en un latido o suspiro... Ella, que conoce el trayecto de mis lágrimas
por las mejillas y el brillo que aún queda en mis ojos... Ella, a la que le he
contado mis sueños en cada desvelo y le he cantado mil veces con el cielo de
testigo. Ella sigue siendo la misma Luna aunque a veces se esconda. Yo en
cambio soy distinta en cada Luna llena. Nueva, menguante y creciente me ha
visto tantas veces, porque yo, como ella, tengo fases aunque desorbitadas e
irregulares. Algún día aprenderé de ella a orbitar en mi esperanza y apreciar
cada ciclo.