Y se deshizo la luz... Sé que es un término errado, pero esto que voy a contarles carece de explicación, pues raya en lo inimaginable. Tuve que escribirlo todo (pido disculpas de antemano) para convencerme a mí misma de que sucedió y que no fue una terrible y larga pesadilla.
Se deshizo la luz. No recuerdo la hora exacta, solo sé que esa fue la señal de que había comenzado. Ya había pasado las 12 de la media noche. Recién empezaba el 20 de septiembre.Ya una de mis niñas dormía y la otra aún estaba despierta a mi lado.
-Bueno, es momento de dormir. Llegó María. - Le dije a mi niña y prendí una vela.
-Mamá, tengo miedo.- Dijo la pequeña con voz quebrada.
Tranquila, estamos listas y Papá Dios nos cuida. Nada nos pasará.- Dije haciendo uso de todas las técnicas teatrales y persuasivas que aprendí en la escuela. Ella me creyó.
El apartamento, que está justo al lado de casa de mis padres, estaba seguro. Había sellado las ventanas temprano en la tarde. Había organizado una canasta con meriendas y recolecté agua en cuanto envase encontré. Estaba lista, pero muerta de miedo. Solo éramos mis dos niñas, la gata y yo. Demasiado estrógeno en tan pocos pies cuadrados y mi melodrama, viéndose atrapado en cuatro paredes, ya empezaba a hacer de las suyas..
-Hoy no se duerme.- Me dije mientras miraba sin pestañar la tenue luz de la vela que me permitía ver descansar a mis niñas abrazadas en mi cama.
-¿Por qué te adelantas? Se supone que llegaras a las cuatro de la mañana. ¿Qué pretendes? ¡Contéstame!
Así pasé las horas hablándole a un huracán como mujer despechada que planea la conversación que le dirá al marido que no regresa.