
Si todas las rabias centenarias que llevo dentro se volvieran fuego, yo le daría a la noche un tono rojo- naranja. Si las lágrimas derramadas junto con la indiferencia del otro se volvieran antorchas, yo las uniría todas y haría que el humo suba a los cielos hasta mis ancestros y los ajenos. Si al levantar mi voz se consumieran banderas y prejuicios, se rompieran vidrieras yo gritaría con todo el aire que le cortaron muchos; con todo el ruido que le silenciaron a miles. Ya la tea de las virtudes se ha corrompido y el mundo en que habito condiciona colores, posiciones y y nacionalidades. Por tanto yo me armaría de todos los corajes y deconstruiría ciudades. Ya que la historia escrita se borra y se reescribe a gusto y conveniencia, yo dibujaría vocablos entendibles o garabatos en las pieles y en todos los lienzos visibles. Ya que la paz no reina, que reine lo que nos dé la gana; que el color que vaya quedando lo nombren revolución y si la misma le explota a algunos las fibras de la decencia y la indignación, que ese sea el alimento de todos los muertos que no descansan en paz.