miércoles, 7 de noviembre de 2007

Del parto a la operación saca bebés

Recuerdo cuando mi abuela me contaba de cuando ella tuvo sus tres nenes en la casa. Recuerdo que me dijo que para uno de ellos mi abuelo tuvo que pedir una yegua prestada al vecino y salir en la madrugada a buscar a la comadrona porque el muchacho se antojó de venir a las tantas de la madrugada. Todas las historias que escuchaba eran maravillosas. En ningún momento escuché quejarse de nada.

Mi hermana ha tenido tres muchachos ya. Todos han sido por cesárea porque el doctor dice que nunca da las medidas. Sus historias de parto no son las más lindas que digamos. En realidad no se comparan en nada con las maravillosas historias de la abuela. Mi abuela decía que los médicos eran unos charlatanes que les encantaba “darle tajo” a todo el mundo. Siempre decía que “antes no había cesárea que valga, era pujar y pujar hasta que el muchachito saliera y todo el mundo contento. Los médicos lo que hacen es complicarle la vida a las mujeres para hacer más fácil la de ellos”.

Pienso que mi abuela tenía razón. La mayoría de las mujeres tenemos la capacidad para dar a luz en situaciones naturales sin la necesidad de cesárea ni de medicamentos para adelantar el parto al día que el doctor mejor le parezca. Yo quisiera dar a luz en mi casa cuando me llegue el momento de ser mamá. Así me acordaré de mi abuelita y tendré historias lindas que contar a mis nietos de ese momento tan maravilloso que es traer al mundo a un ser humano.

Las ranas

Parece mentira lo que la gente llega a hacer cuando se está realmente desesperado. Hace unos días cinco sacerdotes celebraron la “boda” de dos ranas ante la presencia de cientos de devotos. Luego de la ceremonia la pareja de “recién casados” fue llevada hasta el estanque donde pasarían su luna de miel. ¿Por qué tanta gente presencia semejante cosa? Pues, al parecer, de esa forma agradan a los dioses de la lluvia y les envían esa bendición tan necesitada para sus tierras ya próximas a la sequía.

Al parecer a los dioses no les gustan las ranas porque ni una gota les han mandado. Por otra parte, aquí en Puerto Rico, que las aplastamos a cada rato con el carro o les echamos veneno para que no nos fastidien en la casa, recibimos su buen chorro de lluvia. Pero ahora recuerdo que hace unos años atrás hubo una crisis por falta de agua y no llovía. Quizás ese año no matamos suficientes ranas.

Chichos y cachetes

De seguro que a todo el mundo le ha pasado que cuando se encuentra a alguien que hace tiempo no ve lo primero que sale a relucir es lo gordo que está, aunque siga usando la misma talla de pantalón. Entonces, desde ese momento, el espíritu maligno de la gordura comienza a pasearse por la mente y empieza a ver ese chichito que le brota justo arriba del pantalón y los muslos más juntos que nunca que cuando camina suena como a güiro de parranda: chuiqui chui, chuiqui chui.

Este tema tampoco puede faltar en cualquier reunión familiar donde lo más que se habla es de chichos, cachetes y dietas.
-Mija, no sigas comiendo que ya casi no cabes en los pantalones- me dicen en cada reunión familiar, aunque como muchísimo menos que la mayoría de ellos.
-A mí no me des pernil que tiene grasa que se acabó- dice mi prima como para engañarse a sí misma.
-La próxima semana empiezo dieta- dice ella y mi madre se le hace solidaria.
-Nena, tú ponte a dieta porque si no triste es tu caso- me siguen atacando como si ser gordo fuera un pecado capital. Claro, siempre necesitan a alguien para amilanar sus propios complejos y por supuesto ¿quién mejor que yo?

Ya los comentarios han envenenado mi mente y los acepto. Me miro frente al espejo y veo una figura descomunal, deforme, horrenda. Con mi mente poseída de esos malos pensamientos planifico una dieta, dos, tres… Veo los dulces como enemigos mortales y las deliciosas papitas con queso me parecen un pecado. Eso es lo más que duele porque lo que más me gusta es lo que más engorda. Pero en realidad no es el fin del mundo. Sólo peso poco más de 130 libras. ¿Que no es lo mismo que las 110 libras de la escuela superior? Obvio, si ya han pasado como seis años. Todo cambia. ¡A la porra las dietas y las críticas! Que me ponga como una ballena. Total que el problema es mío y de más nadie.

Tenemos que exorcizarnos de esos malos espíritus cizañeros que han hundido a muchas vidas en la depresión, la bulimia y la anorexia. Para los gustos los colores, los sabores, los tamaños y los chichos. Cada quien con su manteca y todo el mundo a su sorullo.