Vengo de una familia bien surtida como Baskin Robbins. Tengo familiares jinchos como la salamandra, café con leche, más leche que café, más café que leche, café puya, con ojos verdes, amarillos, marrones, chinos, con pelo lacio, rizo, ni el uno ni el otro, etcétera, etcétera. Me di a la tarea de buscar una característica en común que los pudiera clasificar a todos. Luego de una investigación intensa logré clasificar a la familia en dos grupos: Los Frank Sinatra (sin ná atrás), que la espalda les sigue de corrido hasta las piernas y las contrabajo, que llegan a todos lados primero y la retaguardia llega dos horas después. No fue hasta hace unos pocos meses atrás que me di cuenta de la desdicha que me trajo este descubrimiento.
Hace unos años atrás (todavía no tenía conciencia de mi trágico destino) recuerdo que fui de compras con mi prima Linda. Recuerdo muy bien que recorrió casi todo el centro comercial en busca de un pantalón que le sirviera. Por fin encontró uno que pensó que le quedaría bien y fue a medírselo. Salió luego de varios minutos, con una sonrisa en los labios, a mostrar cómo le quedaba.
“Me queda bien” dijo.
Yo vi ese montón de tela que le sobraba a ambos lados de la cintura y le dije “te queda grande”.
“No. Me queda bien. Tengo que mandarlo a la costurera para que lo ajuste de aquí.”- dijo mostrando el reguero de tela que le sobraba. Yo aún no comprendía, pero no dije más.
Mi prima Linda, por si no se dieron cuenta, pertenece a las contrabajo. Fue ella que me inspiró ese nombre. Yo siempre la molestaba (ya dejé de hacerlo) diciéndole que parecía un pino, un cono, un remolque… “¡Vete pal’… trabajo!” me gritaba. Que ella tenía un cuerpito de guitarra. Bueno –pensaba- de contrabajo debería ser.
Como dije antes, no fue hasta hace unos pocos meses que me di cuenta de mi desdicha. Los pantalones que tenía comenzaron a causar problemas al punto que se negaron a entrar más. Necesitaba hacerme de otros que no fueran tan rebeldes y me fui de compras. Recorrí tiendas enteras sin éxito. De seguro las tallas estaban mal. Decidí no mirar las tallas y conseguí uno que posiblemente me serviría. Me lo probé y sucedió lo inevitable. Vi en el espejo como sobraba tela a ambos lados de la cintura. Me quedé petrificada. Era como si hubiera salido de mi cuerpo. Me sentí como Dante a la puerta del Infierno. “¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”
Sí. Pertenezco al las contrabajo. Y me di cuenta que no sólo en mi familia existen las contrabajo sino que las hay por todos lados. Desde ese momento me uní a las contrabajo que con trabajo encuentran algo que les sirva y que con trabajo lo tienen que mandar a arreglar porque los diseñadores no pasan el trabajo de hacer ropa para nosotras o están tan enfocados en Hollywood y las pasarelas (donde mientras más costillas enseñes y mientras más parezcas una estaca mejor) que ni siquiera saben que existimos. Por mí y por todas las contrabajo del mundo alzo un grito de protesta: ¡Somos las contrabajo y tenemos derecho a vestir con dignidad!
Mis Letras Regadas es un blog común de una mujer común. Es el desahogo y sentimiento de una mente complicada. Son mis letras regadas porque así es mi mente; así es mi vida. Aquí encontrarás una ensalada de escritos con todo tipo de aderezos: dulces, amargos, sosos y que te rechinan los cachetes y sin querer queriendo te hacen reír. ¡Que lo disfruten! ¡Leer no engorda!
martes, 21 de agosto de 2007
domingo, 19 de agosto de 2007
Carta al aire
A quien pueda interesar
y al que no le interese:
Escribo esta carta como un grito de protesta. La escribo porque ya estoy cansada de todo. Estoy cansada del impuesto. Ese IVU que vino como un resuelve, como un alivio. ¡Alivio! si cada día me duele más. Del hoyo en la carretera que me tiene el carro tirando pal’ lao y con una goma enhuevá que cuando corro parece que está bailando un merengazo. Entonces la gente me pasa por el lao me mira y yo les grito: No es mi culpa, es el hoyo. Y entonces me miran peor. Estoy cansada de la gente que me coge el parking en el shopping que llevo media hora esperando. De los asteriscos*** de los anuncios que te venden sueños y cuando vas por ellos la misma estrellita te dice que eso no es pa’ ti y terminas estrellao. Del jueguito de ping pong del Senado que tiene al pueblo de bolita pa’ quí y pa’ llá ¡taplín! ¡taplán! cogiendo cantazos. Estoy cansada de que sigan haciendo casas pa’ ricos cuando los más que habemos somos pobres. Estoy cansada de que por más que se grite nadie nos oiga y de que tenga que escribir esta carta que a nadie le va a importar.
Berlisse López
y al que no le interese:
Escribo esta carta como un grito de protesta. La escribo porque ya estoy cansada de todo. Estoy cansada del impuesto. Ese IVU que vino como un resuelve, como un alivio. ¡Alivio! si cada día me duele más. Del hoyo en la carretera que me tiene el carro tirando pal’ lao y con una goma enhuevá que cuando corro parece que está bailando un merengazo. Entonces la gente me pasa por el lao me mira y yo les grito: No es mi culpa, es el hoyo. Y entonces me miran peor. Estoy cansada de la gente que me coge el parking en el shopping que llevo media hora esperando. De los asteriscos*** de los anuncios que te venden sueños y cuando vas por ellos la misma estrellita te dice que eso no es pa’ ti y terminas estrellao. Del jueguito de ping pong del Senado que tiene al pueblo de bolita pa’ quí y pa’ llá ¡taplín! ¡taplán! cogiendo cantazos. Estoy cansada de que sigan haciendo casas pa’ ricos cuando los más que habemos somos pobres. Estoy cansada de que por más que se grite nadie nos oiga y de que tenga que escribir esta carta que a nadie le va a importar.
Berlisse López
La historia del corderito
Padre: Había una vez un corderito sentado sobre un libro y una bandera recostada sobre el hombro.
Hijo: ¿Y por qué no se para y lucha?
Padre: Desconoce.
Hijo: ¿Y por qué no se para y lee?
Padre: Desconoce.
Hijo: ¿Y por qué no se para y planta la bandera?
Padre: Desconoce.
Hijo: Ya entiendo.
Padre: ¿Por qué te vas, hijo mío?
Hijo: Quiero saber.
Hijo: ¿Y por qué no se para y lucha?
Padre: Desconoce.
Hijo: ¿Y por qué no se para y lee?
Padre: Desconoce.
Hijo: ¿Y por qué no se para y planta la bandera?
Padre: Desconoce.
Hijo: Ya entiendo.
Padre: ¿Por qué te vas, hijo mío?
Hijo: Quiero saber.
sábado, 18 de agosto de 2007
Opinión sobre opinión
Alexis Sebastián Méndez, escritor de la columna “La vida misma” del periódico Primera Hora, es sin duda mi columnista favorito. Me gusta como escribe porque siempre busca el lado jocoso, irónico, utópico y hasta fantasioso de las cosas que suceden en el país, pero que a la larga son verdaderas. (A veces nuestra realidad puertorriqueña parece un chiste.) “Escribiendo con náuseas” era el título del artículo y pensé que hablaría de algún mal estomacal, pero no fue así. Aunque dijo que no tocaría el tema del policía asesino, habló del miedo a los policías.
Es cierto que de pequeños nos enseñan a temerle a los policías porque, según algunos padres, te podían llevar (al igual que Año Viejo) si te portabas mal o no recogías los juguetes. Esto es fatal porque en ocasiones esto puede seguir como un fantasma el resto de tu vida. Mi padre, por ejemplo, aún a sus 67 años cuando vamos en auto y alcanza a ver alguna patrulla grita: ¡Todo el mundo quieto que ahí está la policía! Y yo siempre me río porque su mirada no es diferente a la mía cuando tenía seis años y creía que Año Viejo me iba a llevar.
Ahora con la divulgación en los medios de televisión del vídeo del policía asesino, las imágenes en las portadas de los periódicos, el tema del día en todas las emisoras radiales, en la tienda de la esquina, en la fila del banco y en todos los hogares, ¿Qué pasará por la mente de nuestros niños? Vuelve a mi mente la mirada de mi padre ante la patrulla, me vuelvo a pensar a los seis años cuando, a pesar del miedo que le tenía, el policía me ayudaba a cruzar la calle y pienso en esos niños que ahora tienen un verdadero motivo para temerle. De sólo imaginarlo siento mal en el estómago y como dijo Alexis en su columna, “no es fácil escribir cuando se tienen náuseas” pero se hace lo que se puede.
Es cierto que de pequeños nos enseñan a temerle a los policías porque, según algunos padres, te podían llevar (al igual que Año Viejo) si te portabas mal o no recogías los juguetes. Esto es fatal porque en ocasiones esto puede seguir como un fantasma el resto de tu vida. Mi padre, por ejemplo, aún a sus 67 años cuando vamos en auto y alcanza a ver alguna patrulla grita: ¡Todo el mundo quieto que ahí está la policía! Y yo siempre me río porque su mirada no es diferente a la mía cuando tenía seis años y creía que Año Viejo me iba a llevar.
Ahora con la divulgación en los medios de televisión del vídeo del policía asesino, las imágenes en las portadas de los periódicos, el tema del día en todas las emisoras radiales, en la tienda de la esquina, en la fila del banco y en todos los hogares, ¿Qué pasará por la mente de nuestros niños? Vuelve a mi mente la mirada de mi padre ante la patrulla, me vuelvo a pensar a los seis años cuando, a pesar del miedo que le tenía, el policía me ayudaba a cruzar la calle y pienso en esos niños que ahora tienen un verdadero motivo para temerle. De sólo imaginarlo siento mal en el estómago y como dijo Alexis en su columna, “no es fácil escribir cuando se tienen náuseas” pero se hace lo que se puede.
La justicia policial
Hace algunos días que ocurrió algo terrible en Puerto Rico. Un oficial de la policía asesinó a un cuidadano que participaba en un quinceañero en Humacao. Sé que mucho se ha hablado de este asunto. Sé que muchos han expresado su opinión y traté de no abordar el tema yo también, así que seguí leyendo. Pero según iba pasando las páginas volvía a mi mente esa frase que aparecía en primera plana: Mandan al policía de “vacaciones”. Tuve que hacerlo.
Es lamentable que en este país la justicia tenga dos varas: una para medir al ciudadano común, al pobre, al trabajador y otra para medir a los ricos, a los políticos, a los policías, etcétera. Este policía que asesinó a un ciudadano común y sus dos compañeros que no cumplieron con su trabajo y huyeron fueron enviados de vacaciones. No han sido arrestados, ni despedidos, ni suspendidos y ni siquiera acusados, aunque hay un vídeo que da testimonio de los hechos. Si los papeles se hubieran invertido, la justicia hubiera sacado su otra vara y la historia sería diferente. Creo fielmente que existe una justicia divina y confío en que se resuelva este asunto. Todavía tengo fe en Puerto Rico.
Es lamentable que en este país la justicia tenga dos varas: una para medir al ciudadano común, al pobre, al trabajador y otra para medir a los ricos, a los políticos, a los policías, etcétera. Este policía que asesinó a un ciudadano común y sus dos compañeros que no cumplieron con su trabajo y huyeron fueron enviados de vacaciones. No han sido arrestados, ni despedidos, ni suspendidos y ni siquiera acusados, aunque hay un vídeo que da testimonio de los hechos. Si los papeles se hubieran invertido, la justicia hubiera sacado su otra vara y la historia sería diferente. Creo fielmente que existe una justicia divina y confío en que se resuelva este asunto. Todavía tengo fe en Puerto Rico.
¡Bienvenidos!
Sean todos bienvenidos a este espacio, mediante el cual pienso llegar a ustedes. "De adentro para afuera" surge como medio de desahogo ante situaciones tanto sociales como personales. Lo que aquí expreso es mi opinión totalmente. Ustedes pueden estar de acuerdo con mis escritos o no estarlo. Cualquera que sea su opinión, sientanse en la libertad de escribir, de comentar. Este es el propósito de este blog: sacar todo eso que nos perturba de adentro para afuera. Así ya no les perturbará a ustedes; que le perturbe al que lo lea...
¡Hasta la próxima compañeros!
¡Hasta la próxima compañeros!
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