¿Por qué, Silverio? ¿Por qué? Ya por fin había logrado olvidar ese nombre hasta que tuviste que nombrarlo. Chupacabras. Mencionar ese nombre aún me pone la piel de gallina. Recuerdo las tantas noches que no conciliaba el sueño pensando en que cuando cerrara mis ojos vendría el Chupacabras a chuparme como a una china.
Vivía en un campo de Toa Alta (mis padres siguen viviendo allí) y, aunque era una urbanización, había una montaña atrás que el pasto, como nunca se recortaba, parecía ser caña de azúcar y llegaba a alcanzar alturas inimaginables. Por las noches sentía al Chupacabras como esconderse tras el enorme pasto a esperar a que me durmiera. Pude dormir tranquila cuando se marchó, pero siempre pensando que algún día regresaría por mí.
Tantos años preocupándome por un Chupacabras que nunca he visto; que no se si realmente existe. Tantos años a la expectativa de un regreso sin notar a los Chupacabras que seguían aquí causándonos daño: los políticos chupadores, que cada cuatro años se ponen un disfraz y que entre gabán y corbata se chupan el dinero del pueblo, todas nuestras esperanzas y hasta nuestra dignidad. Ahora sí tengo una verdadera razón para no dormir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario