Recuerdo cuando mi abuela me contaba de cuando ella tuvo sus tres nenes en la casa. Recuerdo que me dijo que para uno de ellos mi abuelo tuvo que pedir una yegua prestada al vecino y salir en la madrugada a buscar a la comadrona porque el muchacho se antojó de venir a las tantas de la madrugada. Todas las historias que escuchaba eran maravillosas. En ningún momento escuché quejarse de nada.
Mi hermana ha tenido tres muchachos ya. Todos han sido por cesárea porque el doctor dice que nunca da las medidas. Sus historias de parto no son las más lindas que digamos. En realidad no se comparan en nada con las maravillosas historias de la abuela. Mi abuela decía que los médicos eran unos charlatanes que les encantaba “darle tajo” a todo el mundo. Siempre decía que “antes no había cesárea que valga, era pujar y pujar hasta que el muchachito saliera y todo el mundo contento. Los médicos lo que hacen es complicarle la vida a las mujeres para hacer más fácil la de ellos”.
Pienso que mi abuela tenía razón. La mayoría de las mujeres tenemos la capacidad para dar a luz en situaciones naturales sin la necesidad de cesárea ni de medicamentos para adelantar el parto al día que el doctor mejor le parezca. Yo quisiera dar a luz en mi casa cuando me llegue el momento de ser mamá. Así me acordaré de mi abuelita y tendré historias lindas que contar a mis nietos de ese momento tan maravilloso que es traer al mundo a un ser humano.
Mis Letras Regadas es un blog común de una mujer común. Es el desahogo y sentimiento de una mente complicada. Son mis letras regadas porque así es mi mente; así es mi vida. Aquí encontrarás una ensalada de escritos con todo tipo de aderezos: dulces, amargos, sosos y que te rechinan los cachetes y sin querer queriendo te hacen reír. ¡Que lo disfruten! ¡Leer no engorda!
miércoles, 7 de noviembre de 2007
Las ranas
Parece mentira lo que la gente llega a hacer cuando se está realmente desesperado. Hace unos días cinco sacerdotes celebraron la “boda” de dos ranas ante la presencia de cientos de devotos. Luego de la ceremonia la pareja de “recién casados” fue llevada hasta el estanque donde pasarían su luna de miel. ¿Por qué tanta gente presencia semejante cosa? Pues, al parecer, de esa forma agradan a los dioses de la lluvia y les envían esa bendición tan necesitada para sus tierras ya próximas a la sequía.
Al parecer a los dioses no les gustan las ranas porque ni una gota les han mandado. Por otra parte, aquí en Puerto Rico, que las aplastamos a cada rato con el carro o les echamos veneno para que no nos fastidien en la casa, recibimos su buen chorro de lluvia. Pero ahora recuerdo que hace unos años atrás hubo una crisis por falta de agua y no llovía. Quizás ese año no matamos suficientes ranas.
Al parecer a los dioses no les gustan las ranas porque ni una gota les han mandado. Por otra parte, aquí en Puerto Rico, que las aplastamos a cada rato con el carro o les echamos veneno para que no nos fastidien en la casa, recibimos su buen chorro de lluvia. Pero ahora recuerdo que hace unos años atrás hubo una crisis por falta de agua y no llovía. Quizás ese año no matamos suficientes ranas.
Chichos y cachetes
De seguro que a todo el mundo le ha pasado que cuando se encuentra a alguien que hace tiempo no ve lo primero que sale a relucir es lo gordo que está, aunque siga usando la misma talla de pantalón. Entonces, desde ese momento, el espíritu maligno de la gordura comienza a pasearse por la mente y empieza a ver ese chichito que le brota justo arriba del pantalón y los muslos más juntos que nunca que cuando camina suena como a güiro de parranda: chuiqui chui, chuiqui chui.

Este tema tampoco puede faltar en cualquier reunión familiar donde lo más que se habla es de chichos, cachetes y dietas.
-Mija, no sigas comiendo que ya casi no cabes en los pantalones- me dicen en cada reunión familiar, aunque como muchísimo menos que la mayoría de ellos.
-A mí no me des pernil que tiene grasa que se acabó- dice mi prima como para engañarse a sí misma.
-La próxima semana empiezo dieta- dice ella y mi madre se le hace solidaria.
-Nena, tú ponte a dieta porque si no triste es tu caso- me siguen atacando como si ser gordo fuera un pecado capital. Claro, siempre necesitan a alguien para amilanar sus propios complejos y por supuesto ¿quién mejor que yo?
Ya los comentarios han envenenado mi mente y los acepto. Me miro frente al espejo y veo una figura descomunal, deforme, horrenda. Con mi mente poseída de esos malos pensamientos planifico una dieta, dos, tres… Veo los dulces como enemigos mortales y las deliciosas papitas con queso me parecen un pecado. Eso es lo más que duele porque lo que más me gusta es lo que más engorda. Pero en realidad no es el fin del mundo. Sólo peso poco más de 130 libras. ¿Que no es lo mismo que las 110 libras de la escuela superior? Obvio, si ya han pasado como seis años. Todo cambia. ¡A la porra las dietas y las críticas! Que me ponga como una ballena. Total que el problema es mío y de más nadie.
Tenemos que exorcizarnos de esos malos espíritus cizañeros que han hundido a muchas vidas en la depresión, la bulimia y la anorexia. Para los gustos los colores, los sabores, los tamaños y los chichos. Cada quien con su manteca y todo el mundo a su sorullo.

Este tema tampoco puede faltar en cualquier reunión familiar donde lo más que se habla es de chichos, cachetes y dietas.
-Mija, no sigas comiendo que ya casi no cabes en los pantalones- me dicen en cada reunión familiar, aunque como muchísimo menos que la mayoría de ellos.
-A mí no me des pernil que tiene grasa que se acabó- dice mi prima como para engañarse a sí misma.
-La próxima semana empiezo dieta- dice ella y mi madre se le hace solidaria.
-Nena, tú ponte a dieta porque si no triste es tu caso- me siguen atacando como si ser gordo fuera un pecado capital. Claro, siempre necesitan a alguien para amilanar sus propios complejos y por supuesto ¿quién mejor que yo?
Ya los comentarios han envenenado mi mente y los acepto. Me miro frente al espejo y veo una figura descomunal, deforme, horrenda. Con mi mente poseída de esos malos pensamientos planifico una dieta, dos, tres… Veo los dulces como enemigos mortales y las deliciosas papitas con queso me parecen un pecado. Eso es lo más que duele porque lo que más me gusta es lo que más engorda. Pero en realidad no es el fin del mundo. Sólo peso poco más de 130 libras. ¿Que no es lo mismo que las 110 libras de la escuela superior? Obvio, si ya han pasado como seis años. Todo cambia. ¡A la porra las dietas y las críticas! Que me ponga como una ballena. Total que el problema es mío y de más nadie.
Tenemos que exorcizarnos de esos malos espíritus cizañeros que han hundido a muchas vidas en la depresión, la bulimia y la anorexia. Para los gustos los colores, los sabores, los tamaños y los chichos. Cada quien con su manteca y todo el mundo a su sorullo.
jueves, 13 de septiembre de 2007
Calladita te ves más bonita
Hace poco muchos quedamos atónitos al escuchar una participante de un concurso de belleza en los Estados Unidos nadar como un pececito (blu, blu, blu)
en una pecera al hacer el intento de responder a una pregunta. Al parecer, de tanto blu, blu, blu, se le llenó la cabeza de aire y su respuesta fue tan clara como lo que hay en el interior de una burbuja: nada.
La pregunta era muy sencilla: Muchos americanos no logran encontrar a América en un mapa. ¿Cuál era su opinión al respecto? Nada. Nada. Sí, nada querida, que si no nadas te ahogas. Pero la pobrecita se ahogó en el intento de producir una respuesta. Habló de todo el mundo, de medio mundo, de mundo y medio pero ni en una oración logró completar el pensamiento. Su respuesta fueron muchas burbujitas blu, blu, blu que se explotan en el aire.
Tan bonita la nena. ¡Qué porte! ¡Qué elegancia! ¡Qué hermosa la señorita Carolina del Sur. Ay pero para qué abriste la boca. Con sólo decir “quiero la paz mundial” hubiera bastado, pero te quisiste hacer pasar por inteligente. ¿Acaso no sabes que en los concursos de belleza la inteligencia brilla por su ausencia? Sonríe, señorita Carolina del Sur. Posa, Saluda (muñeca, muñeca, codo, codo), pero por favor no abras la boquita que se te escapan las burbujas. Calladita te ves más bonita.
en una pecera al hacer el intento de responder a una pregunta. Al parecer, de tanto blu, blu, blu, se le llenó la cabeza de aire y su respuesta fue tan clara como lo que hay en el interior de una burbuja: nada.
La pregunta era muy sencilla: Muchos americanos no logran encontrar a América en un mapa. ¿Cuál era su opinión al respecto? Nada. Nada. Sí, nada querida, que si no nadas te ahogas. Pero la pobrecita se ahogó en el intento de producir una respuesta. Habló de todo el mundo, de medio mundo, de mundo y medio pero ni en una oración logró completar el pensamiento. Su respuesta fueron muchas burbujitas blu, blu, blu que se explotan en el aire.
Tan bonita la nena. ¡Qué porte! ¡Qué elegancia! ¡Qué hermosa la señorita Carolina del Sur. Ay pero para qué abriste la boca. Con sólo decir “quiero la paz mundial” hubiera bastado, pero te quisiste hacer pasar por inteligente. ¿Acaso no sabes que en los concursos de belleza la inteligencia brilla por su ausencia? Sonríe, señorita Carolina del Sur. Posa, Saluda (muñeca, muñeca, codo, codo), pero por favor no abras la boquita que se te escapan las burbujas. Calladita te ves más bonita.
El Chupacabras
¿Por qué, Silverio? ¿Por qué? Ya por fin había logrado olvidar ese nombre hasta que tuviste que nombrarlo. Chupacabras. Mencionar ese nombre aún me pone la piel de gallina. Recuerdo las tantas noches que no conciliaba el sueño pensando en que cuando cerrara mis ojos vendría el Chupacabras a chuparme como a una china.
Vivía en un campo de Toa Alta (mis padres siguen viviendo allí) y, aunque era una urbanización, había una montaña atrás que el pasto, como nunca se recortaba, parecía ser caña de azúcar y llegaba a alcanzar alturas inimaginables. Por las noches sentía al Chupacabras como esconderse tras el enorme pasto a esperar a que me durmiera. Pude dormir tranquila cuando se marchó, pero siempre pensando que algún día regresaría por mí.
Tantos años preocupándome por un Chupacabras que nunca he visto; que no se si realmente existe. Tantos años a la expectativa de un regreso sin notar a los Chupacabras que seguían aquí causándonos daño: los políticos chupadores, que cada cuatro años se ponen un disfraz y que entre gabán y corbata se chupan el dinero del pueblo, todas nuestras esperanzas y hasta nuestra dignidad. Ahora sí tengo una verdadera razón para no dormir.
Vivía en un campo de Toa Alta (mis padres siguen viviendo allí) y, aunque era una urbanización, había una montaña atrás que el pasto, como nunca se recortaba, parecía ser caña de azúcar y llegaba a alcanzar alturas inimaginables. Por las noches sentía al Chupacabras como esconderse tras el enorme pasto a esperar a que me durmiera. Pude dormir tranquila cuando se marchó, pero siempre pensando que algún día regresaría por mí.
Tantos años preocupándome por un Chupacabras que nunca he visto; que no se si realmente existe. Tantos años a la expectativa de un regreso sin notar a los Chupacabras que seguían aquí causándonos daño: los políticos chupadores, que cada cuatro años se ponen un disfraz y que entre gabán y corbata se chupan el dinero del pueblo, todas nuestras esperanzas y hasta nuestra dignidad. Ahora sí tengo una verdadera razón para no dormir.
Se Vende ¡Como nuevo!
Es increíble lo que la necesidad y la desesperación llevan a hacer a algunos. Ver la necesidad frente a sus ojos y sentirse impotente lleva a muchos a tomar decisiones desesperantes. Este es el caso de un joven en Argentina. La necesidad lo llevó a tomar una decisión desquiciada para muchos.
El joven de 26 años vive con su esposa y sus dos pequeños hijos en un barrio pobre y marginado de Argentina. Trabajaba en una fábrica 16 horas diarias para ganarse 75 dólares al mes. Tuvo que abandonarlo debido a que las emanaciones de pegamento afectaron su sistema respiratorio. Al verse sin empleo, sin dinero y con una familia que sostener tomó una decisión desesperante: vender un riñón.
Cuando veo estas cosas y pienso en las personas que están del otro lado con tanto dinero que no saben en que más gastarlo, siento coraje. Vivimos en un mundo tan desigual y tan injusto en el que unos piensan en qué otra cosa comprar para vivir y otros en qué cosa vender para seguir viviendo, así sea una parte de su cuerpo.
El joven de 26 años vive con su esposa y sus dos pequeños hijos en un barrio pobre y marginado de Argentina. Trabajaba en una fábrica 16 horas diarias para ganarse 75 dólares al mes. Tuvo que abandonarlo debido a que las emanaciones de pegamento afectaron su sistema respiratorio. Al verse sin empleo, sin dinero y con una familia que sostener tomó una decisión desesperante: vender un riñón.
Cuando veo estas cosas y pienso en las personas que están del otro lado con tanto dinero que no saben en que más gastarlo, siento coraje. Vivimos en un mundo tan desigual y tan injusto en el que unos piensan en qué otra cosa comprar para vivir y otros en qué cosa vender para seguir viviendo, así sea una parte de su cuerpo.
No hay costa pa' nadie
Gran parte de las costas de Puerto Rico están siendo utilizadas por complejos turísticos o complejos de viviendas de altos costos. Muchos de estos proyectos, además de restringir el acceso a la playa, causan un daño ecológico grandísimo. La isla de Culebra se encuentra en estos momentos en un caso similar.
Actualmente las playas de Culebra son las más importantes para el anidaje de tortugas marinas como el tinglar y el carey, ambas en peligro de extinción. Ya comenzó la deforestación de los terrenos costeros y los residentes de la isla de Culebra pidieron al gobierno que se detuviera dicha construcción y deforestación hasta que vean que cumple con todos los reglamentos.
Si nos dejamos llevar por experiencias anteriores, como Costa Serena, por ejemplo, sabremos que dicha petición no va a ser escuchada. Lamentablemente vivimos en un país controlado por los ricos y que muchos otros por un poco de dinero venden permisos y hasta su dignidad y que el gobierno no hace nada para impedirlo. Pero todas esas cosas las pagamos todos nosotros con creces.
Actualmente las playas de Culebra son las más importantes para el anidaje de tortugas marinas como el tinglar y el carey, ambas en peligro de extinción. Ya comenzó la deforestación de los terrenos costeros y los residentes de la isla de Culebra pidieron al gobierno que se detuviera dicha construcción y deforestación hasta que vean que cumple con todos los reglamentos.
Si nos dejamos llevar por experiencias anteriores, como Costa Serena, por ejemplo, sabremos que dicha petición no va a ser escuchada. Lamentablemente vivimos en un país controlado por los ricos y que muchos otros por un poco de dinero venden permisos y hasta su dignidad y que el gobierno no hace nada para impedirlo. Pero todas esas cosas las pagamos todos nosotros con creces.
martes, 21 de agosto de 2007
Las contrabajo
Vengo de una familia bien surtida como Baskin Robbins. Tengo familiares jinchos como la salamandra, café con leche, más leche que café, más café que leche, café puya, con ojos verdes, amarillos, marrones, chinos, con pelo lacio, rizo, ni el uno ni el otro, etcétera, etcétera. Me di a la tarea de buscar una característica en común que los pudiera clasificar a todos. Luego de una investigación intensa logré clasificar a la familia en dos grupos: Los Frank Sinatra (sin ná atrás), que la espalda les sigue de corrido hasta las piernas y las contrabajo, que llegan a todos lados primero y la retaguardia llega dos horas después. No fue hasta hace unos pocos meses atrás que me di cuenta de la desdicha que me trajo este descubrimiento.
Hace unos años atrás (todavía no tenía conciencia de mi trágico destino) recuerdo que fui de compras con mi prima Linda. Recuerdo muy bien que recorrió casi todo el centro comercial en busca de un pantalón que le sirviera. Por fin encontró uno que pensó que le quedaría bien y fue a medírselo. Salió luego de varios minutos, con una sonrisa en los labios, a mostrar cómo le quedaba.
“Me queda bien” dijo.
Yo vi ese montón de tela que le sobraba a ambos lados de la cintura y le dije “te queda grande”.
“No. Me queda bien. Tengo que mandarlo a la costurera para que lo ajuste de aquí.”- dijo mostrando el reguero de tela que le sobraba. Yo aún no comprendía, pero no dije más.
Mi prima Linda, por si no se dieron cuenta, pertenece a las contrabajo. Fue ella que me inspiró ese nombre. Yo siempre la molestaba (ya dejé de hacerlo) diciéndole que parecía un pino, un cono, un remolque… “¡Vete pal’… trabajo!” me gritaba. Que ella tenía un cuerpito de guitarra. Bueno –pensaba- de contrabajo debería ser.
Como dije antes, no fue hasta hace unos pocos meses que me di cuenta de mi desdicha. Los pantalones que tenía comenzaron a causar problemas al punto que se negaron a entrar más. Necesitaba hacerme de otros que no fueran tan rebeldes y me fui de compras. Recorrí tiendas enteras sin éxito. De seguro las tallas estaban mal. Decidí no mirar las tallas y conseguí uno que posiblemente me serviría. Me lo probé y sucedió lo inevitable. Vi en el espejo como sobraba tela a ambos lados de la cintura. Me quedé petrificada. Era como si hubiera salido de mi cuerpo. Me sentí como Dante a la puerta del Infierno. “¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”
Sí. Pertenezco al las contrabajo. Y me di cuenta que no sólo en mi familia existen las contrabajo sino que las hay por todos lados. Desde ese momento me uní a las contrabajo que con trabajo encuentran algo que les sirva y que con trabajo lo tienen que mandar a arreglar porque los diseñadores no pasan el trabajo de hacer ropa para nosotras o están tan enfocados en Hollywood y las pasarelas (donde mientras más costillas enseñes y mientras más parezcas una estaca mejor) que ni siquiera saben que existimos. Por mí y por todas las contrabajo del mundo alzo un grito de protesta: ¡Somos las contrabajo y tenemos derecho a vestir con dignidad!
Hace unos años atrás (todavía no tenía conciencia de mi trágico destino) recuerdo que fui de compras con mi prima Linda. Recuerdo muy bien que recorrió casi todo el centro comercial en busca de un pantalón que le sirviera. Por fin encontró uno que pensó que le quedaría bien y fue a medírselo. Salió luego de varios minutos, con una sonrisa en los labios, a mostrar cómo le quedaba.
“Me queda bien” dijo.
Yo vi ese montón de tela que le sobraba a ambos lados de la cintura y le dije “te queda grande”.
“No. Me queda bien. Tengo que mandarlo a la costurera para que lo ajuste de aquí.”- dijo mostrando el reguero de tela que le sobraba. Yo aún no comprendía, pero no dije más.
Mi prima Linda, por si no se dieron cuenta, pertenece a las contrabajo. Fue ella que me inspiró ese nombre. Yo siempre la molestaba (ya dejé de hacerlo) diciéndole que parecía un pino, un cono, un remolque… “¡Vete pal’… trabajo!” me gritaba. Que ella tenía un cuerpito de guitarra. Bueno –pensaba- de contrabajo debería ser.
Como dije antes, no fue hasta hace unos pocos meses que me di cuenta de mi desdicha. Los pantalones que tenía comenzaron a causar problemas al punto que se negaron a entrar más. Necesitaba hacerme de otros que no fueran tan rebeldes y me fui de compras. Recorrí tiendas enteras sin éxito. De seguro las tallas estaban mal. Decidí no mirar las tallas y conseguí uno que posiblemente me serviría. Me lo probé y sucedió lo inevitable. Vi en el espejo como sobraba tela a ambos lados de la cintura. Me quedé petrificada. Era como si hubiera salido de mi cuerpo. Me sentí como Dante a la puerta del Infierno. “¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”
Sí. Pertenezco al las contrabajo. Y me di cuenta que no sólo en mi familia existen las contrabajo sino que las hay por todos lados. Desde ese momento me uní a las contrabajo que con trabajo encuentran algo que les sirva y que con trabajo lo tienen que mandar a arreglar porque los diseñadores no pasan el trabajo de hacer ropa para nosotras o están tan enfocados en Hollywood y las pasarelas (donde mientras más costillas enseñes y mientras más parezcas una estaca mejor) que ni siquiera saben que existimos. Por mí y por todas las contrabajo del mundo alzo un grito de protesta: ¡Somos las contrabajo y tenemos derecho a vestir con dignidad!
domingo, 19 de agosto de 2007
Carta al aire
A quien pueda interesar
y al que no le interese:
Escribo esta carta como un grito de protesta. La escribo porque ya estoy cansada de todo. Estoy cansada del impuesto. Ese IVU que vino como un resuelve, como un alivio. ¡Alivio! si cada día me duele más. Del hoyo en la carretera que me tiene el carro tirando pal’ lao y con una goma enhuevá que cuando corro parece que está bailando un merengazo. Entonces la gente me pasa por el lao me mira y yo les grito: No es mi culpa, es el hoyo. Y entonces me miran peor. Estoy cansada de la gente que me coge el parking en el shopping que llevo media hora esperando. De los asteriscos*** de los anuncios que te venden sueños y cuando vas por ellos la misma estrellita te dice que eso no es pa’ ti y terminas estrellao. Del jueguito de ping pong del Senado que tiene al pueblo de bolita pa’ quí y pa’ llá ¡taplín! ¡taplán! cogiendo cantazos. Estoy cansada de que sigan haciendo casas pa’ ricos cuando los más que habemos somos pobres. Estoy cansada de que por más que se grite nadie nos oiga y de que tenga que escribir esta carta que a nadie le va a importar.
Berlisse López
y al que no le interese:
Escribo esta carta como un grito de protesta. La escribo porque ya estoy cansada de todo. Estoy cansada del impuesto. Ese IVU que vino como un resuelve, como un alivio. ¡Alivio! si cada día me duele más. Del hoyo en la carretera que me tiene el carro tirando pal’ lao y con una goma enhuevá que cuando corro parece que está bailando un merengazo. Entonces la gente me pasa por el lao me mira y yo les grito: No es mi culpa, es el hoyo. Y entonces me miran peor. Estoy cansada de la gente que me coge el parking en el shopping que llevo media hora esperando. De los asteriscos*** de los anuncios que te venden sueños y cuando vas por ellos la misma estrellita te dice que eso no es pa’ ti y terminas estrellao. Del jueguito de ping pong del Senado que tiene al pueblo de bolita pa’ quí y pa’ llá ¡taplín! ¡taplán! cogiendo cantazos. Estoy cansada de que sigan haciendo casas pa’ ricos cuando los más que habemos somos pobres. Estoy cansada de que por más que se grite nadie nos oiga y de que tenga que escribir esta carta que a nadie le va a importar.
Berlisse López
La historia del corderito
Padre: Había una vez un corderito sentado sobre un libro y una bandera recostada sobre el hombro.
Hijo: ¿Y por qué no se para y lucha?
Padre: Desconoce.
Hijo: ¿Y por qué no se para y lee?
Padre: Desconoce.
Hijo: ¿Y por qué no se para y planta la bandera?
Padre: Desconoce.
Hijo: Ya entiendo.
Padre: ¿Por qué te vas, hijo mío?
Hijo: Quiero saber.
Hijo: ¿Y por qué no se para y lucha?
Padre: Desconoce.
Hijo: ¿Y por qué no se para y lee?
Padre: Desconoce.
Hijo: ¿Y por qué no se para y planta la bandera?
Padre: Desconoce.
Hijo: Ya entiendo.
Padre: ¿Por qué te vas, hijo mío?
Hijo: Quiero saber.
sábado, 18 de agosto de 2007
Opinión sobre opinión
Alexis Sebastián Méndez, escritor de la columna “La vida misma” del periódico Primera Hora, es sin duda mi columnista favorito. Me gusta como escribe porque siempre busca el lado jocoso, irónico, utópico y hasta fantasioso de las cosas que suceden en el país, pero que a la larga son verdaderas. (A veces nuestra realidad puertorriqueña parece un chiste.) “Escribiendo con náuseas” era el título del artículo y pensé que hablaría de algún mal estomacal, pero no fue así. Aunque dijo que no tocaría el tema del policía asesino, habló del miedo a los policías.
Es cierto que de pequeños nos enseñan a temerle a los policías porque, según algunos padres, te podían llevar (al igual que Año Viejo) si te portabas mal o no recogías los juguetes. Esto es fatal porque en ocasiones esto puede seguir como un fantasma el resto de tu vida. Mi padre, por ejemplo, aún a sus 67 años cuando vamos en auto y alcanza a ver alguna patrulla grita: ¡Todo el mundo quieto que ahí está la policía! Y yo siempre me río porque su mirada no es diferente a la mía cuando tenía seis años y creía que Año Viejo me iba a llevar.
Ahora con la divulgación en los medios de televisión del vídeo del policía asesino, las imágenes en las portadas de los periódicos, el tema del día en todas las emisoras radiales, en la tienda de la esquina, en la fila del banco y en todos los hogares, ¿Qué pasará por la mente de nuestros niños? Vuelve a mi mente la mirada de mi padre ante la patrulla, me vuelvo a pensar a los seis años cuando, a pesar del miedo que le tenía, el policía me ayudaba a cruzar la calle y pienso en esos niños que ahora tienen un verdadero motivo para temerle. De sólo imaginarlo siento mal en el estómago y como dijo Alexis en su columna, “no es fácil escribir cuando se tienen náuseas” pero se hace lo que se puede.
Es cierto que de pequeños nos enseñan a temerle a los policías porque, según algunos padres, te podían llevar (al igual que Año Viejo) si te portabas mal o no recogías los juguetes. Esto es fatal porque en ocasiones esto puede seguir como un fantasma el resto de tu vida. Mi padre, por ejemplo, aún a sus 67 años cuando vamos en auto y alcanza a ver alguna patrulla grita: ¡Todo el mundo quieto que ahí está la policía! Y yo siempre me río porque su mirada no es diferente a la mía cuando tenía seis años y creía que Año Viejo me iba a llevar.
Ahora con la divulgación en los medios de televisión del vídeo del policía asesino, las imágenes en las portadas de los periódicos, el tema del día en todas las emisoras radiales, en la tienda de la esquina, en la fila del banco y en todos los hogares, ¿Qué pasará por la mente de nuestros niños? Vuelve a mi mente la mirada de mi padre ante la patrulla, me vuelvo a pensar a los seis años cuando, a pesar del miedo que le tenía, el policía me ayudaba a cruzar la calle y pienso en esos niños que ahora tienen un verdadero motivo para temerle. De sólo imaginarlo siento mal en el estómago y como dijo Alexis en su columna, “no es fácil escribir cuando se tienen náuseas” pero se hace lo que se puede.
La justicia policial
Hace algunos días que ocurrió algo terrible en Puerto Rico. Un oficial de la policía asesinó a un cuidadano que participaba en un quinceañero en Humacao. Sé que mucho se ha hablado de este asunto. Sé que muchos han expresado su opinión y traté de no abordar el tema yo también, así que seguí leyendo. Pero según iba pasando las páginas volvía a mi mente esa frase que aparecía en primera plana: Mandan al policía de “vacaciones”. Tuve que hacerlo.
Es lamentable que en este país la justicia tenga dos varas: una para medir al ciudadano común, al pobre, al trabajador y otra para medir a los ricos, a los políticos, a los policías, etcétera. Este policía que asesinó a un ciudadano común y sus dos compañeros que no cumplieron con su trabajo y huyeron fueron enviados de vacaciones. No han sido arrestados, ni despedidos, ni suspendidos y ni siquiera acusados, aunque hay un vídeo que da testimonio de los hechos. Si los papeles se hubieran invertido, la justicia hubiera sacado su otra vara y la historia sería diferente. Creo fielmente que existe una justicia divina y confío en que se resuelva este asunto. Todavía tengo fe en Puerto Rico.
Es lamentable que en este país la justicia tenga dos varas: una para medir al ciudadano común, al pobre, al trabajador y otra para medir a los ricos, a los políticos, a los policías, etcétera. Este policía que asesinó a un ciudadano común y sus dos compañeros que no cumplieron con su trabajo y huyeron fueron enviados de vacaciones. No han sido arrestados, ni despedidos, ni suspendidos y ni siquiera acusados, aunque hay un vídeo que da testimonio de los hechos. Si los papeles se hubieran invertido, la justicia hubiera sacado su otra vara y la historia sería diferente. Creo fielmente que existe una justicia divina y confío en que se resuelva este asunto. Todavía tengo fe en Puerto Rico.
¡Bienvenidos!
Sean todos bienvenidos a este espacio, mediante el cual pienso llegar a ustedes. "De adentro para afuera" surge como medio de desahogo ante situaciones tanto sociales como personales. Lo que aquí expreso es mi opinión totalmente. Ustedes pueden estar de acuerdo con mis escritos o no estarlo. Cualquera que sea su opinión, sientanse en la libertad de escribir, de comentar. Este es el propósito de este blog: sacar todo eso que nos perturba de adentro para afuera. Así ya no les perturbará a ustedes; que le perturbe al que lo lea...
¡Hasta la próxima compañeros!
¡Hasta la próxima compañeros!
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